20 mayo 2010

11-09-2002 – Sin basura nuclear, por supuesto : El director de Ciencia y Técnica de la Universidad de Cuyo, Dr. Jorge Barón, aclara los tantos: el acuerdo de venta de un reactor nuclear de Invap a Australia para la Argentina no implica de modo alguno el importar basura radioactiva ni siquiera transitoriamente. Y las ONG que atacan este acuerdo podrían eliminar a la Argentina como posible competidor en un negocio tecnológico importante, el del acondicionamiento de combustibles gastados, para beneficio de Inglaterra y Francia, que hoy lo dominan. Para Barón, hasta es altamente posible que sean estos países quienes pagan esta enorme campaña de desinformación. Por Jorge Barón He leído con atención la nota de opinión difundida el 30 de Julio por Los Andes, de autoría de la presidente de la Fundación Cullunche, Jennifer Ibarra, sobre el acuerdo de cooperación en usos pacíficos de la energía nuclear, entre Argentina y Australia. No quiero entrar en una polémica inútil, pero vale la pena comentar algunos aspectos importantes, ya que la nota de Ibarra contiene varias opiniones equivocadas. Por eso, como especialista en Seguridad Nuclear me pongo a disposición de quien corresponda para asesorarlos en temas nucleares. Creo que la única manera de limitar la desinformación del público es ésta. No soy un experto en leyes, pero desde luego que el convenio con Australia no viola la Constitución. Hay una clara diferencia entre “elementos combustibles gastados” y “residuos” que está claramente establecida en la ley nacional 25279. Pero más allá del tema legal, los elementos combustibles gastados (ECG) no son residuos porque contienen elementos valiosos recuperables (entre ellos uranio, plutonio, americio y otros isótopos radiactivos útiles para la industria y la medicina nuclear). ¿Qué hará Australia con sus elementos combustibles gastados? Si para el 2019 el precio del uranio es alto, seguramente se lo va a extraer de los ECG, junto a otros elementos útiles, y el resto se va a acondicionar dentro de un bloque de vidrio o cemento. Esos bloques (convertidos ya en residuos, porque no se los va a usar para nada más) se depositarán en un repositorio de residuos que Australia está construyendo con este fin en su propio territorio (los interesados pueden ver este tema en la página australiana http://www.ansto.gov.au/info/press/2001b/b16.html). Si para el 2019 el uranio es barato, posiblemente a los ECG se les va a separar el material estructural, se compactarán y se acondicionará el resto en vidrio o cemento, y al repositorio en Australia. ¿Quién va a hacer esto? Dado que la tecnología para reciclar y/o acondicionar ECG es muy sofisticada hay pocos países que lo hacen: sólo Francia e Inglaterra en este momento. En breve también lo harán Rusia y Japón. ¿Por qué sería interesante que lo hiciera la Argentina? Porque nuestro país tiene el desarrollo tecnológico para hacerlo (como muy pocos países) y es muy buen negocio. Como todo producto tecnológico, es casi todo valor agregado. Es más, resulta un negocio tan lucrativo, que es razonable pensar que toda esta campaña en contra del reciclado de combustible en Argentina, esté financiada por aquellos que hacen este negocio. En resumen, si la Argentina no hace este negocio (para el cual está tecnológicamente capacitada) lo hará otro país. Sería un signo más de la miopía nacional… En cuanto al riesgo de transportarlos, aún suponiendo que un avión se estrellara sobre los ECG al aire libre, no se liberaría material radiactivo porque está incluido en aluminio y cerámica, de modo que ni un incendio puede liberarlo. Los atentados terroristas del 11 de setiembre se llevaron a cabo contra edificios y no contra centrales nucleares, ya que en ese caso el número de muertes hubiese sido muy inferior. Estamos en un momento histórico en el que la energía nuclear está resurgiendo en el mundo, justamente por el apoyo de los ambientalistas serios. ¿Por qué? Por varias razones: a) es la más segura de las alternativas existentes (tiene el menor riesgo de mortalidad por accidentes), b) no contribuye al efecto invernadero (porque no genera nada de dióxido de carbono), c) sus residuos son de escaso volumen y no se desparraman por el ambiente sino que son contenidos y controlados, d) es muy económica, e) y fundamentalmente porque tiene el menor impacto ambiental de todas las alternativas de producción masiva. En este momento, la Argentina se encuentra muy bien posicionada, con más de 50 años de Comisión de Energía Atómica y más de 25 de Invap, con generaciones de científicos nucleares, y con una demostración histórica de su vocación pacífica. El caso de Argentina es único, siendo un país que domina todo el ciclo de combustible nuclear, nunca desarrolló armas nucleares. ¿Por qué? Por la seriedad y responsabilidad de todos los que participamos de ese desarrollo nuclear pacífico. En este contexto, la exportación de un reactor nuclear de investigación a un país del Primer Mundo como Australia, reconocido como el más transparente del mundo, es un hito también único, y abre una puerta enorme no a recibir residuos de ningún país sino a exportar tecnología de altísimo nivel y de altísimo valor. Espero que los legisladores actúen a la altura de las circunstancias, no sólo aprobando el convenio con Australia sino declarándolo de interés nacional, como realmente lo es. Los científicos nucleares hemos pecado de hacernos “poca propaganda”, algo que los a sí mismos llamados ecologistas (como Greenpeace) dominan muy bien. Esta lucha, sabemos, es una lucha contra molinos de viento. Y, aunque muchas veces perdemos en esta lucha, ¡no por ello los molinos de viento se transforman en gigantes! Luego de trabajar más de diez horas diarias, en un país donde los científicos y tecnólogos no son bien pagados, donde recibimos ofertas del extranjero continuamente, donde la desinformación abunda, resulta agotador tener que dedicarse a hacer propaganda. Sin embargo, varios colegas y yo estamos dispuestos a dar esta batalla. Simplemente porque sabemos de lo que estamos hablando, y porque creemos en un país donde el desarrollo tecnológico exista. Tenemos la conciencia de que hemos hecho nuestro trabajo bien (de otro modo jamás podríamos haberle vendido un reactor a Australia y, menos aún, haber obtenido la autorización de las autoridades australianas para construirlo), y lo que realmente quisiéramos es que cada uno haga bien lo que le compete. El legislador, que legisle con seriedad y responsabilidad. El militante de una ONG ecologista, que cumpla su rol en defensa del ambiente, estando atentos a peligros reales y no ficticios, de modo de no ser “usado”, sin quererlo, por intereses enemigos de nuestro país. Finalmente, quiero recordar a los lectores que si se alegran con la desaparición de la mosca del Mediterráneo, si algún día necesitan hacerse un diagnóstico de tiroides o un tratamiento contra el cáncer, todo ello es posible en la Argentina gracias a nuestro desarrollo tecnológico nuclear. Si algún mendocino tiene la desgracia de padecer un cáncer y necesitar cobaltoterapia, por favor lea la marca de la Bomba de Cobalto que hay en la Fuesmen, dice Teradi y fue diseñada y fabricada por Invap; el cobalto que está adentro, y que lo cura, fue producido como elemento radiactivo en la Central Nuclear de Embalse y procesado en el Centro Atómico Ezeiza. Estos son muy buenos ejemplos de la utilidad de la tecnología nuclear argentina, hecha por argentinos, para que los argentinos vivamos más y mejor. Pensémoslo. Por Jorge Barón Ingeniero Nuclear. Director de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ingeniería, UN Cuyo